Todo lo que nos sucede en la vida se gesta en la mente.
Las creencias, que nos han ido dando forma a lo que hoy somos, son muy fuertes y generan programas en nosotros y en los demás. Me refiero a programas de pensamiento, de actuación, que en definitiva nos definen como personas y dirigen nuestras decisiones a diario. Además siendo seres intrínsecamente emocionales como somos, vivimos nuestras experiencias y las guardamos en nuestra memoria consciente o inconsciente gracias a la emoción que acompaña a todo acto y a toda vivencia.
Estas creencias junto a las experiencias vividas son la materia prima de nuestros pensamientos. Todos nosotros somos información que se ha ido creando a partir de las experiencias y a partir de nuestras creencias heredadas de nuestro entorno y familia.
En muchas ocasiones no estamos felices con el rumbo que está tomando nuestra vida y adoptamos un papel de víctima para justificar la «mala suerte» que estamos teniendo con nuestra vida. Este estado de victimismo puede llegar por una enfermedad propia o de algún familiar, por alguna crisis en cualquier ámbito de la vida, ya sea trabajo, amistades, economía… Pero lo que es común en cualquier caso es que vemos como causante de nuestras penurias algún agente externo o la propia mala suerte.
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