Publicado el 11 Dic, 2017

Paz interior, un camino hacia una vida más humana

«La mente humana es un instrumento apasionante. Tenemos mucho que aprender y descubrir para conocernos en más profundidad. Tomando las riendas de nuestra vida, sintiendo que somos nosotros los que día a día, pensamiento a pensamiento vamos diseñando lo que nos va sucediendo es revelador. Tomemos conciencia de lo que somos e intentemos ser más humanos.»

Así terminaba el artículo de colaboración en el pasado número de la revista Bigneres, y con él voy a arrancar este nuevo artículo.

Tenemos tanto que aprender sobre quien somos, sobre el funcionamiento de nuestra mente, de nuestras emociones. Porque, ¡tenemos tanto que mejorar! Es evidente que la experiencia de la vida dista mucho de ser pura felicidad. Solo hace falta dar una mirada a un periódico, a las noticias en la TV o simplemente escuchar las conversaciones de la gente. Parece que vivir la vida es difícil y eso de encontrar la felicidad es casi imposible. ¿Quién se siente verdaderamente feliz? ¿Quién se siente plenamente en paz consigo mismo?

Desgraciadamente en esta cultura de la tecnología, no está de moda conocer quiénes somos, el mundo interior no se tiene en cuenta. Ni a niños ni a adolescentes les enseñamos a saber quiénes son. La frustración empieza a surgir a edades muy tempranas y no sabemos cómo gestionar la ira y el enfado que de ella manan. Nada nos enseñan en el colegio a comprender como funcionamos, como es nuestra mente, nuestras emociones, y apremia, en este mundo lleno de violencia, hacer el cambio de una vez por todas.

Lo que es evidente es que nos pasamos la vida post-poniendo el momento de ser felices. Cuando somos pequeños, imaginamos un mundo lleno de libertad, viviendo fuera del núcleo familiar, donde seremos libres de hacer lo que queramos e imaginamos así la felicidad. Cuando somos estudiantes y vivimos fuera de casa, no tenemos dinero y vivimos con pocos recursos, así que soñamos el momento en el que nuestro primer trabajo nos traerá la felicidad esperada. Pero llegado el momento, hay más cosas que no están “de nuestro gusto”: tal vez nuestra casa no nos guste, ansiemos encontrar una pareja que nos dé el amor, el trabajo no es como esperábamos… Y así, se nos pasa la vida, esperando un momento, que nunca llega, para poder ser felices.

Y es que la felicidad no está fuera, es evidente que ayuda tener una seguridad económica, tener una casa donde vivir y ciertos recursos para poder vivir dignamente, pero la felicidad no viene proporcionada a esas “riquezas materiales” que perseguimos en esta vida, la felicidad viene relacionada a nuestra paz interior.

Fotografía de Aleksandr Ledogorov

Si, sentirse en paz con uno mismo, es la clave de la felicidad. ¿Y por qué no dedicamos ni un minuto de nuestro tiempo para alcanzarlo? ¿Y por qué no, si nuestros hijos son lo que más queremos, les introducimos en estos conceptos? Si somos tan avanzados para tener toda la tecnología que necesitamos, seamos avanzados para invertir algo de tiempo en nosotros mismos.

Esta búsqueda interior de la que hablo, es un viaje que se puede realizar en solitario. Es cierto que en esta época parece necesario hacer un curso de 200h para poder sentirse conocedor de cualquier materia. Pero en este viaje, lo que cuenta es la experiencia y es interesante lanzarse a esa práctica en solitario y observar. Efectivamente no hay más que observar. Observar nuestro interior, nuestra mente, nuestras emociones, observar nuestro cuerpo, observar nuestras frustraciones, rencores, nuestras limitaciones… Observar para con el tiempo conseguir aceptar.

Vivimos la vida tan a tope, que apenas podemos diferenciar nuestra mente de nosotros mismos. Nos convertimos en personas aburridas, enfadadas, criticonas, asociando el contenido de nuestra mente con nuestra identidad. Pero nosotros no somos ni aburridos, ni somos cascarrabias, ni criticones, no es parte de nuestra identidad, no es intrínseco a nosotros. Nosotros, por algún motivo, nos sentimos aburridos, estamos de mal humor, tenemos tendencia a criticar. Y ese motivo, no es otro, que la falta de paz interior.

La falta de aceptación de esta vida hace que muchas emociones negativas que se generan, que en tantas ocasiones nos tragamos, (porque tampoco sabemos cómo gestionarlas y las guardamos en nuestro interior, acumulando una cantidad enorme de frustración, ira, rencor) estén listas a ser lanzadas sobre la persona que interactúe con nosotros. De esta forma pagamos nuestras frustraciones pasadas con la gente que nos rodea, con la gente que supuestamente más queremos. Y cuando recibimos ese ataque, nosotros en vez de pensar que esa persona tal vez no esté bien, que algo le sucede, al sentirnos agredidos, también agredimos, y así nos va tanto a nivel de familia, como a nivel de organizaciones o incluso de países.

Necesitamos tomar un poco de distancia respecto a nuestra mente, a nuestras emociones, también respecto a las reacciones de los demás y ver más allá de la propia reacción del cuerpo. Al fin y al cabo es tomar consciencia de lo que nos sucede, de quienes somos, de nuestras heridas y porque no, con todo ello, decidir cómo queremos vivir. ¿Queremos ser una víctima más quejándose a diario de todas las penalidades? O ¿Queremos vivir la vida plenamente, aceptando todas nuestras equivocaciones pero también utilizando todos nuestros dones para hacer, con esta vida, una experiencia plena, disfrutar de ella y hacer que los que nos rodeen sean un poco más felices gracias a nuestra aportación? ¿Y si imaginamos un mundo en el que intentamos que al menos los nuestros sean un poco más felices gracias a nosotros…? Esa sería una buena fuente de paz interior.

Pero entendamos un poco mejor, qué nos sucede, cuando una situación nos impacta (me refiero a esos momentos en los que solemos reaccionar sin pensar). Cuando algo impacta en nosotros, el tronco cerebral es el primero en llevar señales al cerebro de lo que está sucediendo. La finalidad del tronco cerebral es velar por nuestra subsistencia, así que las señales llegan muy rápido al cerebro, pero no se tiene en cuenta ningún factor adicional, con lo que, si reaccionamos inmediatamente, en la mayoría de ocasiones nos arrepentiremos, ya que esta parte del cerebro, no tiene la capacidad de valorar otros elementos, de valorar las circunstancias. ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido de haber dicho o hecho algo? Si podemos aprender a respirar, por unos segundos antes de reaccionar, podremos actuar de forma más razonable y nos arrepentiremos menos de esas reacciones en caliente, mejorando nuestro entorno. Se podría decir que es una medida de higiene social, ayudando a hacer un entorno más amable donde vivir.

La cuestión es que, si conseguimos ver las reacciones de los demás como falta de paz interior, en vez de como ataques, podremos utilizar la compasión y en vez de contraatacar ayudar a los demás y ser, de esta manera, más humanos. Porque, ¿qué significa ser humano? Para mi, la humanidad está relacionada a esos valores extraordinarios que podemos desarrollar como es el amor y la compasión. E imaginad, como se sentirá una persona que experimenta estos valores a diario en todas las facetas de su vida: en paz.

Por ello, y aquí regreso al principio, si queremos encontrar la felicidad el punto de partida es la paz interior. ¿Y como se hace? ¿cómo se consigue tras una vida tormentosa llena de shocks, heridas, cicatrices y frustraciones? Pues poco a poco, a través de la observación, digiriendo todo lo que nos ha pasado, buscando esa diferenciación entre nuestra identidad y las experiencias que hemos sufrido. Nosotros somos la persona que ha experimentado toda esa vida, pero es que, la vida va exactamente de eso. En muchas ocasiones parece que los “problemas” nos impiden vivir la vida como nosotros queremos. Lo que no entendemos es que son justo esas experiencias de lo que va la vida, y la vida va de surfear esos problemas como mejor podamos, pero desde cierta distancia, sin confundirnos…. Pero en ocasiones no diferenciamos, nos dejamos llevar por el tsunami del sufrimiento.

Nosotros vivimos literalmente como podemos, como sabemos y metemos la pata constantemente. Pero lo pasado, pasado está, de nada sirve fustigarse para el resto de la vida. Las experiencias sirven para mucho, y gracias a ellas hoy somos quien somos. Pero permitamos liberarnos de todo ese pasado, perdonémonos todas esas meteduras de pata que hemos hecho, al fin y al cabo, todos nos encontramos en la misma situación, todos tenemos cosas de las que arrepentirnos, pero hay que educar a nuestra mente y no permitir que nos haga una mala faena. Nuestra mente es una “herramienta” que siempre está en funcionamiento, y no podemos apagar. Y en tantísimas ocasiones es una pesadilla todo lo que escuchamos en nuestra mente. Si nosotros creemos que nuestra mente somos nosotros, lo tendremos difícil para cambiar cosas en nuestra vida. Necesitamos darnos cuenta de su funcionamiento, de cómo la mente genera pensamientos constantemente y como nosotros podemos, con entrenamiento, decidir dónde poner la atención. Igual que vamos al gimnasio a entrenar nuestros músculos, igualmente podemos entrenar nuestra mente para utilizarla como una herramienta a nuestro servicio en vez de ir a la deriva, revolcándonos en todas nuestras desgracias…

Somos animales de costumbres, aprendemos reacciones, formas de pensar, movimientos, un montón de reacciones que hacemos en piloto automático y quedan grabadas en nuestro cerebro a fuego. Por ejemplo, si todos los días me levanto por la mañana y digo, “que rollo, tengo que ir a trabajar”, ese pensamiento recurrente va a quedar grabado, de manera que cuando me levante siempre pensaré y me sentiré mal por tener que ir a trabajar. Probablemente empezando el día así, todo me vaya de mal en peor, me sentiré con baja energía, no tendré buena relación con mis compañeros de trabajo, rendiré poco…

Para cambiar ese patrón será necesario, con un poco de esfuerzo, crear un nuevo pensamiento, por ejemplo: “Aunque este trabajo no es el que más me gusta, ahora me interesa trabajar aquí, y voy a dar lo mejor de mi mismo y voy a intentar disfrutar de este día al máximo”. Con perseverancia, si todas las mañanas me repito un pensamiento positivo, podré con el tiempo, cambiar ese patrón, para levantarme por las mañanas más animado y con más ganas de vivir. Este ejercicio tan fácil lo podemos hacer todos y además podemos enseñar a los demás a tener una mente más positiva.

Tenemos en nuestras manos la capacidad de cambiar la percepción que tenemos de nuestra vida y con ello cambiar nuestra actitud hacia ella. Convirtamos la experiencia de la vida en una aventura llena de vivencias que nos hacen crecer y que nos ayudarán a conocernos, experiencias llenas de retos para mejorarnos como personas. Sólo nosotros podemos decidir cómo queremos vivir.

La vida puede ser más bondadosa de lo que muchas veces creemos, intentemos apoyar a los que nos rodean y pedir ayuda cuando nos haga falta.

Así que reflexionemos sobre cómo queremos vivir, busquemos el lado positivo de las cosas, desarrollemos nuestro sentido del humor y riámonos de nosotros mismos, aceptemos quienes somos y encontremos la paz. Yo sueño con un mundo distinto, ¿me ayudas a cambiarlo?